El Área Metropolitana de Los Ángeles recibe miles de visitantes por el acontecimiento anual del Tazón y el Desfile de las Rosas, celebrado en Pasadena cada primero de enero.
Se observa movimiento inusual en las ciudades alrededor del núcleo de dichos eventos, como por ejemplo en la localidad de Irwindale, donde más de una docena de carrozas se arman bajo el mismo techo.
El centro de Pasadena no podía ser la excepción, y desde un día antes ya se veían instaladas en las banquetas del bulevar Colorado a cientos de personas apartando los mejores lugares para no perder detallea la mañana siguiente de uno de los desfiles más grandes de Estados Unidos.
Como la familia Contreras Patiño, provenientede Arizona unos, otros de Washington y de México,que se situaron desde las 6:00 de la mañana del día 31 para apartar lugares en la esquina de Colorado y Raymond.
“Desde hace 14 años la familia de aquí de Los Ángeles aparta lugar. Nosotros es la primera vez que venimos a ver el desfile; supuestamente dicen que se pone muy bonito”, nos platicó Israel Patiño, uno de los 15 integrantes que esperaban en total.
Por el bulevar se podía observar dando “el rol con los homies” (la vuelta con los amigos) como sus conductores dicen, a una decena de carros antiguos modificados, los llamados “Lowrider”, íconos de la cultura “chicana”.
También se avistaba, según una tradición usada esa noche, que varios carros que circulaban por la arteria traían restos de crema de afeitar, bombones derretidos o espuma de colores que algunos vagos les aventaban al paso.
Otra familia madrugadora “apartalugar”, fue la Martínez Tapia, que con alrededor de 55 integrantes, se apostó en primera fila: “Cada año desde 1986 en este mismo lugar aquí estamos; llueve, truene o relampagueé. Ya lo agarramos como tradición… Este año queremos ver a las bandas latinas”, comentó Antonio Martínez.
Los negocios a lo largo del bulevar Colorado, en su mayoría restaurantes y bares en espera del año nuevo, fueron tribuna ideal para ver el movimiento suscitado en la calle.
La concurrencia usaba lo que podía para combatir el frío que les esperaba toda la noche; mantas, cobertores, calentadores de gas, electrónicos; asadores, entre otras cosas.
Los más aguzados llevaron sus mesas plegables, estufas, colchones, ollas con comida, dispuestos a pasar largas horas en espera de la hora cero.
El entretenimiento se podía encontrar en el celular, juegos de mesa, lectura, unos cantaban y bailaban, hasta bebidas alcohólicas a discreción no faltaron a pesar de la vigilancia en la calle.
Como Miguel Magaña, Jorge Cuevas y Jesús Heredia, quienes pasaban el tiempo escuchando música, bebiendo tequila y cerveza: “Ahorita nomas venimos a la parranda; pasamos toda la noche pero en la mañana nos vamos cuando llegan nuestros familiares por que el desfile no lo vemos; nomás llegamos al ambiente”, nos confesó Miguel.
La vendimia hizo su agosto en los alrededores, pues se podían encontrar souvenirs alusivos en precios notablemente elevados, como playeras en $39.00, o gorras en $25.
El mismo Disneyland tuvo la participación por primera vez de una banda musical salvadoreña.
En el Colegio Comunitario de Pasadena se realizó el Bandfestdos días antes, con las 20 bandas invitadas al desfile. La Preparatoria San Juan Bosco de Bellflower, sede temporal del equipo, banda y porristas de Wisconsin que participaron en el Tazón de las Rosas.